CANTANDO AL SOL, COMO LA CIGARRA
¿Qué tiene que ver la historia de una Santa con la música?, ¿Por qué un martir romano terminó siendo el símbolo universal de la música?
Quizás sea eso que se dice muchas veces, el sonido, la música, trasciende fronteras. En este caso las del tiempo y la historia.
Las bases, los cimientos de la religión cristiana están plagados de mártires. Personas que murieron defendiendo su fé o mientras intentaban difundirla. Mártires que dieron su vida y que la Iglesia luego volvió santos. Los primeros santos.
La historia de Santa Cecilia es una de ellas. Con la música como participe necesaria de la leyenda.
Cuenta la historia que Cecilia formaba parte de una familia patricia de Roma y fue educada en los valores del aquel entonces incipiente cristianismo. "Solía llevar un vestido de tela muy áspera bajo la túnica propia de su dignidad, ayunaba varios días por semana y había consagrado a Dios su virginidad. Pero su padre, que veía las cosas de un modo diferente, la casó con un joven patricio llamado Valeriano".
Cecilia logró que su esposo se convierta al cristianismo, lo mismo que su hermano Tiburcio y los tres comenzaron a dedicarse a sepultar los cuerpos de los mártires cristianos de Roma. Práctica que estaba penada por la Ley de ese entonces.
Los dos hombres terminaron detenidos y fueron condenados a muerte. La ejecución se llevó a cabo en un sitio llamado Pagus Triopius, a seis kilómetros de Roma. Tiburcio y Valeriano también son santos. Su festividad es cada 14 de abril.
Cecilia sepultó los cadáveres y fue llamada para que abjurase de su fe. En vez de abjurar, convirtió a los que la inducían a ofrecer sacrificios. El Papa Urbano fue a visitarla en su casa y bautizó ahí a 400 personas, entre las cuales se contaba a Gordiano, un patricio, quien estableció en casa de Cecilia una iglesia, que Urbano consagró más tarde a la santa.
Cecilia fue condenada a morir sofocada en el baño de su casa. Pero, por más que los guardias pusieron en el horno una cantidad mayor de leña, Cecilia pasó en el baño un día y una noche sin recibir daño alguno, y aquí viene la leyenda: según cuentan, la mujer sobrevivió mientras cantaba alabanzas a Dios. La música la salvó.
La historia relata que, entonces, el prefecto envió a un soldado a decapitarla. El verdugo descargó tres veces la espada sobre su cuello y la dejó tirada en el suelo. Cecilia pasó tres días entre la vida y la muerte. En ese tiempo los cristianos acudieron a visitarla en gran número. Fue sepultada junto a la cripta pontificia, en la catacumba de San Calixto.
El nombre de aquella martir, Cécilia, que luego fue santa. Quedó emparentado directamente a la música. La música que salva, que calma y que relaja.
Pocos saben hoy quién fue Santa Cecilia, pero de alguna manera a todos la música nos ha salvado, no de la muerte quizás, pero si de un mal día, de un mal humor. Nos da alegría en una fiesta y tranquilidad en un momento de tensión.
El sonido acompasado es parte de nuestras vidas, a diario, en la radio, en el teléfono, la televisión o la computadora. Feliz día entonces para todos a los que como Cecilia, la música nos salvó de alguna manera.