DÍA DE LA SOBERANÍA: CUANDO LA VICTORIA FUE CULTURAL
La batalla de la Vuelta de Obligado no era uno de los temas principales en las escuelas secundarias. El Día de la Soberanía Nacional se instauró recién en 2010 como Feriado Nacional, y aún así, se trata de una de las gestas militares y políticas más importantes de nuestro país. Un país que cuando esa batalla ocurrió, ni siquiera se llamaba Argentina.
Una batalla épica, que no se ganó, que se perdió. Pero que resultó victoriosa desde la moral y que terminó por expulsar a las potencias extranjeras de nuestras tierras.
Las Provincias Unidas del Río de la Plata no tenían presidente, Buenos Aires era la dueña del puerto, y su gobernadr era Juan Manuel de Rosas. El territorio nacional se desangraba en las luchas entre unitarios y federales a lo largo y a lo ancho de todo el territorio nacional.
Esas luchas, que le costaron años de desarrollo a nuestro país -y que con otros nombres, se mantienen hasta el día de hoy-, fueron también las que provocaron los hechos ocurridos allá por noviembre de 1845.
Las potencias extranjeras del momento, Francia e Inglaterra, pretendían ingresar al país salteando el puerto y negociando directamente con los caudillos provinciales.
Con un poder de fuego mucho más poderoso que el de las provincias. Argentina ni siquiera tenía barcos para enfrentar a los extranjeros, que se habían instalado en Montevideo y querían subir río arriba por las aguas del Paraná.
Y aquí lo inesperado y la obra maestra de ingeniería, que terminaría en los libros de historia, pero también en la memoria colectiva de la gente, que terminó haciendo ganar aquella guerra.
¿Cómo frenar aquellos barcos europeos, a vapor y parcialmente blindados? ¿Cómo hacer frente a la artillería europea con apenas un grupo de barcazas y sólo con artillería precaria desde las costas del río?
Encadenando el río. Sí, tendiendo cadenas en un recodo del río, que permitieran dificultar el paso de los barcos y ponerlos a tiro de los cañones, en un recodo del Paraná, a la altura de lo que hoy es la localidad de San Pedro, al norte de la Provincia de Buenos Aires.
Una potencia militar netamente inferior, pero el deseo de defender el suelo propio fue más fuerte.
Esas cadenas se cortaron y los barcos extranjeros pudieron avanzar, pero a costa de numerosas pérdidas, y de haber logrado en la población de nuestro país algo que no se quita tan fácil: amor propio.
Contra lo que los invasores pensaban, nunca trajeron a estas tierras la prometida "libertad", que prometían. Las poblaciones ribereñas nunca quisieron negociar con ellos y los rechazaron, hasta que tuvieron que abandonar sus intenciones y regresar por donde habían venido luego de sufrir varios ataques imprevistos por parte de aquellas poblaciones de Santa Fé y Entre Ríos.
A veces, una batalla no se gana con las armas, sino que la victoria es cultural. Y esa victoria es la que termina valiendo, porque convence realmente a la gente de la necesidad de lograr algo y eso fue la Batalla de Obligado: fuerzas militares infinitamente inferiores a dos potencias navales imperiales, y que pese a ello las pusieron en aprietos.
Una población que se sumó a una causa y la tomó como propia, y que terminaron convenciéndose del fin último ideado por Rosas: defender la patria.
Aquella batalla de Obligado quedó relegada en las historias nuestras durante años. Pero el propio General San Martín la destacó, regalándole a Rosas su famoso Sable Corbo, por el heroísmo con el que defendió el suelo argentino.
Una efeméride importante para un país que sigue luchando día a día entre ser independiente, o relegarse a las potencias comerciales del planeta.