LA HISTORIA DE MYRIAM STEFFORD, Y EL TAJ MAHAL DE LA PAMPA GRINGA
Un ala de avión. Erguida, majestuosa. Un ala de avión que parte desde el centro de la tierra y que sorprende a propios y extraños que transitan por el lugar.
El Monumento a Myriam Stefford, a la vera de la Ruta Provincial 5, ahí nomas de Alta Gracia, es un atractivo por sí solo. Un gran monumento, más alto y grande que el obelisco de Buenos Aires, y que lejos de ser un monumento es una tumba, que acumula misterios y leyendas a medida que pasan los años.
Un gran Taj Mahal, enclavado en la pampa gringa, al pie de las montañas. Un símbolo de amor, pero también de locura. Una huella de una historia trágica de la que nunca sabremos todo a ciencia cierta. Y ahí está, el Monumento - Tumba, al costado del camino.
Un día como hoy, un 26 de Agosto, pero de 1931, fallecía Myriam Stefford, en un trágico accidente aéreo ocurrido en Marayes. Provincia de San Luis.
Stefford, actriz de profesión, había nacido en Suiza, y llegó al país de la mano de su esposo, Raúl Barón Biza, aristócrata, escritor, revolucionario, loco. De acuerdo a los distintos momentos de su vida -y a los autores que se han ocupado de él-.
Stefford había comenzado a volar. En tiempos donde los aviones eran una novedad muy reciente. La jóven se había vuelto una aventurera y planeaba unir catorce provincias de nuestro país a bordo de su avión "El Chingolo". Una hazaña inédita para esos años.
Un accidente del que nunca se conocieron bien los motivos, terminó con el avion estrellado en la puna de San Luis y con Steffor y su instructor de vuelo muertos en el lugar.
Conmoción, tristeza y pena en todo el país.
Y aquí comienza la otra historia. Barón Biza mandó a construir el enorme mausoleo en un campo que era de su familia. Un gran ala de avión. El ala del avión que llevó a su amada a la muerte.
82 metros de altura y 15 metros de cimientos. Un monumento que es 14 metros más alto que el Obelisco Porteño. Obra del arquitecto Fausto Newton. En ese lugar descansan los restos de la mujer que fue un símbolo de época.
Cuenta la leyenda que Myriam Stefford fue enterrada con sus joyas, y que por eso el mausoleo tuvo varios intentos de saqueos, auqnue infructuosos todos.
"El sepulcro estaba rodeado por cariátides. En una lápida de mármol negro se leía: “Maldito sea el que profane esta tumba”. Cerca de la entrada, en una vitrina, el casco de Myriam, un reloj de vuelo y restos del Chingolo II. Sobre una de las paredes del frente, una cruz calada en el hormigón dejaba paso a la luz solar, de modo que a determinada hora del día se proyectara una cruz solar, como una epifanía algo tétrica, sobre el ataúd", cuentan las crónica periodísticas.
Objeto de varias vandalizaciones a lo largo de los años. El Monumento tuvo un marcado deterioro e incluso fue expropiado por el Gobierno de Córdoba hace algunos años con el objetivo de establecer ahí un parque temático. Algo que sigue en conflicto judicial con los dueños del predio y sus herederos.
Mientras tanto el gran monumento sigue ahí. Un gran ala de avión obliga al viajero a levantar la mirada y rendir tributo a una historia de amor de otras épocas, pero que se niega a morir.